¿Qué es ser Franciscano Seglar?

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domingo, 3 de diciembre de 2023

800 AÑOS DEL BELÉN DE GRECCIO Y SU ESPIRITUALIDAD EUCARÍSTICA



Por Fray Miguel Ángel Coronado, ofm.



Se prepara el pesebre, se trae el heno y se colocan el buey y el asno. Allí la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad, y Greccio se convierte en una nueva Belén(…)El santo de Dios está de pie ante el pesebre, desbordándose en suspiros, traspasado de piedad, derretido en inefable gozo. Se celebra el rito solemne de la misa sobre el pesebre y el sacerdote goza de singular consolación… 
Vida 1, 84-87, de Tomás de Celano.

El próximo 25 de Diciembre, al celebrar la entrañable Misa del Gallo con la que se abren las fiestas navideñas 2023, la Iglesia entera recordará no solo el nacimiento de Jesús en Belén, sino también que hace 800 años, en el eremitorio de Greccio (Valle de Rieti), San Francisco de Asís quiso celebrar esta misma Misa reviviendo, de manera visible y palpable, la escena que nos describen los Evangelios al proclamar el nacimiento pobre y humilde del Salvador. Así lo recoge explícitamente Tomás de Celano en las palabras emocionadas del propio Francisco con las que abre su relato: Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno. Y es que el Hermano Francisco, tocado por el Espíritu del Señor y su Santa Operación (Rb 10), con un corazón de niño ya vuelto al Señor pobre y crucificado, menor entre los menores, quiere mirar, contemplar y celebrar, adorar en plenitud, la manifestación definitiva a los hombres de la Encarnación del Verbo de Dios en su más radical pobreza; quiere saborear la dulzura, la sencillez, la pobreza y la humildad del Hijo de Dios que se nos dio a sí mismo con sumo e inefable amor (1Cel 87), quiere acompañar desde el principio los sufrimientos y sacrificios que nos trajeron la Vida Nueva, la salvación en el Salvador.


Como cristianos, pero muy especialmente como franciscanos, estamos llamados en estas Fiestas y en este Centenario a no quedarnos en lo fácil y superficial, o en lo meramente estético e histórico. La fuerza estética y sentimental de los belenes, los villancicos y las luces es el portal que debemos atravesar, transcender, para encontrarnos con Dios en un Jesús recién nacido, pobre e indefenso. Tenemos que fijarnos y profundizar en la intención y necesidad última y definitiva que inspira y conmueve al Hermano Francisco en esta celebración de la Navidad en Greccio: ver y adorar al Hijo de Dios hecho carne, encontrarse cara a cara con el Jesús del Santo Evangelio para entregarse a Él como él se entregó a nosotros… y se sigue entregando, como comunión, todos los días en la Eucaristía, oculto en una pequeña forma de pan. Y es que esta misma necesidad de comunión, esta misma hambre del pan vivo bajado del Cielo, esta misma sed de experiencia de la pobreza de Cristo en el pesebre de la Natividad, la encontramos reflejada, con las mismas palabras y gestos, con la misma sabiduría espiritual, en la contemplación del propio San Francisco del Misterio Pascual en la Eucaristía: De donde todos los que vieron al Señor Jesús según la humanidad, y no vieron y creyeron según el espíritu y la divinidad que él era el verdadero Hijo de Dios, se condenaron. Así también ahora, todos los que ven el sacramento, que se consagra por las palabras del Señor sobre el altar por mano del sacerdote en forma de pan y vino, y no ven y creen, según el espíritu y la divinidad, que sea verdaderamente el santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, se condenan (…) Así, pues: Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo seréis de pesado corazón?. ¿Por qué no reconocéis la verdad y creéis en el Hijo de Dios?. Ved que diariamente se humilla, como cuando desde el trono real vino al útero de la Virgen; diariamente viene a nosotros él mismo apareciendo humilde; diariamente desciende del seno del Padre sobre el altar en las manos del sacerdote (Adm I).




En el Programa de Celebración y Formación de este Centenario, rubricado y presentado por los Ministros Generales de la Familia Franciscana, se nos llama a celebrar el centenario de la Navidad en Greccio como Familia, y se nos invita a detenernos especialmente en la grandeza y el misterio del amor de Dios por la humanidad entera. Un Misterio que nos impulsa a descubrir las semillas del Verbo (semina Verbi) presentes en todas las culturas y en la sociedad contemporánea, para que florezcan las semillas de humanidad que allí se encuentran. Además, nos insta no sólo a defender la vida, sino también a convertirnos en instrumentos de vida y humanidad en nuestras familias y fraternidades, para llegar hasta aquellos que ya nadie considera humanos, sino sólo descartables de la sociedad.

Para San Francisco de Asís Navidad es el día que hizo el Señor, exultemos y alegrémonos en él. Porque el santísimo Niño amado nos ha sido dado, y nació por nosotros de camino y fue puesto en un pesebre, porque no había lugar en la posada (OfP XV,6-7). Entonces, este centenario, es necesario que os preguntemos con sinceridad: ¿qué lugar ocupa Jesús en nuestro corazón?, ¿caben también los pobres y marginados, los hermanos?. El Magisterio de la Iglesia nos recuerda acerca del Belén de Greccio: San Francisco realizó una gran obra de evangelización con la simplicidad de aquel signo […] De modo particular, el pesebre es desde su origen franciscano una invitación a “sentir”, a “tocar” la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación. Y así, es implícitamente una llamada a seguirlo en el camino de la humildad, de la pobreza, del despojo, que desde la gruta de Belén conduce hasta la Cruz. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados (Admirabile signum 3).

La Navidad para San Francisco es, en definitiva, esa Eucaristía que sigue haciendo presente a Jesús en el Portal, en el Calvario y en el Altar de la Iglesia todos los días hasta el final de los tiempos.

Que el Señor nos conceda una Navidad llena de Paz y Bien, y un Centenario pleno de Amor verdadero.